Desnudando Silencios
Carolina Nogueira

Jóvenes y adultos… un encuentro necesario.

25 de Julio de 2017

Carolina Nogueira



La adolescencia además de ser una época de grandes cambios y descubrimientos es también una etapa de alta vulnerabilidad, donde cada joven debe desarrollar una serie de herramientas personales que le permitan resolver los conflictos que se le presentan.

Actualmente, la mayoría de los programas de prevención vinculados a adicciones, educación sexual o suicidio, tiene a los adolescentes como protagonistas al ser considerados como población de alto riesgo, producto de sus características pero también de los diversos cambios que hoy en día atraviesan en términos de contexto social, cultural y económico, primordialmente.

En este sentido es muy importante mencionar la evolución de los enfoques pedagógicos y la concepción de la prevención desde el cambio de un paradigma reactivo a un paradigma proactivo, de una concepción unicausal a una concepción multicausal, desde un enfoque centrado en el problema a uno globalizante centrado en el ser humano y la sociedad.

Los que trabajamos en el ámbito de la educación o del desarrollo personal somos particularmente conscientes que las conductas de las personas están condicionadas no solo por las características peculiares de cada individuo, sino también por la influencia que sobre ellas ejercen otras personas. Parafraseando a José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo” se puede constatar que nuestro comportamiento está muy condicionado por el ambiente en que vivimos.

En este contexto se considera fundamental comprender la esencia de la prevención en relación al proceso de enseñanza-aprendizaje a través de la adquisición de herramientas educativas que permitan desarrollar en los adolescentes habilidades para la vida, que fortalezcan su crecimiento, disminuyan su vulnerabilidad social y les permitan asumir una actitud crítica frente a las situaciones personales que les toque afrontar. Hemos visto además cómo la escuela es sin duda el lugar de referencia natural de los adolescentes en cuanto a la relación con sus pares, como así también el espacio donde se juega la búsqueda de autonomía con respecto al mundo adulto.

Por ende, es importante no solo revisar la tarea socializadora de la escuela, sino también el proceso de aprendizaje en sí, desde el enfoque de desarrollo de capacidades no solo cognitivas sino comunicacionales, afectivas y de gestión de recursos personales, que le permitan a los adolescentes integrar la escuela como un lugar simbólico importante, donde se les brinden herramientas actualizadas y contextualizadas que contribuyan con autenticidad para que el sujeto se vincule con el medio.

Se considera que estas herramientas son fundamentales para poder integrar la particularidad con las que las adolescencias tramitan sus estímulos y la ductilidad de cada individuo en la interacción con el mundo, con el afuera, con lo nuevo. Es preciso comprender que el proceso de enseñanza-aprendizaje, además de ser la tarea específica de la escuela, es un proceso complejo que abarca a la constitución psíquica en su conjunto y da cuenta de la modalidad singular con que el adolescente organiza su actividad cognitiva y social.

Así mismo en el contexto escolar, sobre todo en el de la escuela secundaria o media se observa que la “vulnerabilidad” que se evidencia ante un acontecimiento conflictivo protagonizado por adolescentes pone de relieve una profunda brecha generacional. Por un lado los jóvenes de hoy tienen que afrontar una cantidad de transformaciones que ocurren con una velocidad de carácter exponencial, sin parangón. Este fenómeno produce inseguridad en los adolescentes en torno a su lugar en el mundo y a su capacidad de empoderamiento, para influir positivamente en la sociedad que les rodea, sumado a esto, la generación adulta siente lo mismo.

Los adultos se sienten amenazados por lo que saben los jóvenes y por cómo viven la vida, tal vez más que antes. El mayor reto de la escuela hacia delante, es cerrar esta brecha, potenciando las capacidades de nuestros adolescentes y jóvenes, para que sientan que pueden ocupar un lugar constructivo en el mundo, y que pueden volverse ciudadanos activos. Es fundamental valorar los espacios de encuentro entre jóvenes y adultos como oportunidades de afianzar una dialéctica entre ambas realidades que permitan la construcción de nuevas formas de relación que resignifiquen los vínculos y por ende potencien las habilidades personales y las capacidades grupales.

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